El tema del episodio Mesa Redonda RD de este jueves 3 de abril de 2025 nos convoca al análisis de una declaración que podría encabezar cualquier libro de historia en el futuro: el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, bautizó este miércoles 2 de abril como el “Día de la Liberación”, proclamando con bombos y platillos sus “aranceles recíprocos”, los cuales sonaron más a cañonazos comerciales que a diplomacia económica.
En efecto, la maniobra se presentó ante el mundo como una acción de puro patriotismo económico. Sin embargo, en la práctica, constituyó un movimiento de ajedrez que más bien podría ser calificado como un manotazo del presidente norteamericano al tablero del orden económico global.
El tono del discurso de Trump, pronunciado desde un nuevo “Patriotic Economic Command Center” montado en Texas, con su estilo característico —mitad showman, mitad profeta del apocalipsis económico— declarando que Estados Unidos «nunca más subsidiará a quienes nos odian» y anunciando aranceles de hasta un 60% a productos provenientes de China, la Unión Europea, México, Brasil y, por alguna razón desconocida, Groenlandia. Sí, Groenlandia.
Asimismo, planteamos cómo este movimiento no solo ha encendido alarmas en las bolsas de valores, sino que ha hecho crujir los cimientos de los tratados multilaterales aún vigentes, como la OMC, ya moribunda desde antes.
Las implicaciones estratégicas detrás de este “Día de la Liberación”. ¿Liberación de qué? ¿De la dependencia económica, o de la racionalidad política? La narrativa trumpiana apunta a una “soberanía manufacturera” que busca relocalizar industrias en suelo estadounidense, una promesa que resuena con fuerza en su base electoral, pero que amenaza con desencadenar represalias económicas masivas.
Desde Europa, ya se habla de medidas espejo. China respondió con una breve pero contundente frase: “La paciencia tiene límites”. Aquí en el Caribe, en República Dominicana, el impacto no será menor: productos agrícolas, zonas francas y turismo están en la cuerda floja si se agudiza la tormenta.
Cabe preguntarse, en el terreno de la comunicación política, lo siguiente: ¿cómo un acto con implicaciones tan severas logra ser vendido como un gesto heroico y libertario? Trump ha convertido el proteccionismo en espectáculo y la política exterior en una narrativa de guerra ideológica.
El “Día de la Liberación” no es solo una medida económica, sino un capítulo más en la construcción de su propio mito como redentor del capitalismo estadounidense. De ahí que es importante analizar cómo los medios afines, tanto en EE.UU. como en redes globales alineadas, amplifican esta lógica y cómo esto redefine los modos de hacer política internacional.
Finalmente, este hecho obliga a la reflexión acerca del impacto a futuro: ¿estamos frente a un nuevo tipo de guerra fría, ahora digital y económica? ¿O es este el preludio de una reorganización profunda del sistema internacional, donde el unilateralismo vuelve a reinar?
Cerramos el episodio con un llamado a no subestimar estos gestos simbólicos, porque, como decía McLuhan, el medio es el mensaje. Y el mensaje de Trump no es solo económico: es civilizatorio. La pregunta queda flotando en el aire, con tono grave y mirada de largo alcance: ¿podrá el mundo resistir esta ola de liberación trumpista, o estamos ante el inicio de un nuevo orden mundial regido por aranceles, algoritmos y audacia?
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