Chile nuevamente tendrá este 2024 un año electoral, aunque la ciudadanía, esta vez, no se pronunciará sobre un proceso para renovar la Constitución –se intentó dos veces y resultó un fiasco–, sino para elegir a sus autoridades locales, la primera aproximación de la gente con el Estado. El 27 de octubre próximo se renovarán los alcaldes de los 345 municipios del país y los respectivos consejos municipales, en una elección que se realizará conjuntamente con los gobernadores y consejeros regionales, cargos menos populares que están en el cargo cuatro años. La de alcaldes y concejales se trata de una elección importante por varias razones. Primero, porque los partidos y bloques miden sus respectivas fuerzas. Segundo, porque en Chile históricamente se han considerado predictoras de las presidenciales y parlamentarias del año siguiente, el premio mayor. Tercero: actualmente, en el país sudamericano se mueven las placas tectónicas de la política y las históricas coaliciones se reconfiguran. Una primera muestra de ello serán las alianzas y pactos que se hagan para las municipales de octubre, que se celebrarán en 27 semanas.
Existe un cuarto elemento: serán las primeras elecciones municipales realizadas bajo el sistema de inscripción automática y voto obligatorio, luego del restablecimiento del voto obligatorio. Este asunto inyecta una dosis de incertidumbre a los resultados. Este 2024 será un año a contrarreloj, porque el calendario avanza: el plazo para pactar y declarar candidaturas en primarias vence el próximo miércoles y los pactos que hagan rigen hasta la elección de octubre. Donde no haya primarias, el plazo para formalizar pactos y declarar candidaturas vence el 29 de julio. En este tiempo, por lo tanto, las negociaciones entre los distintos bloques no paran y tienen sus primeros efectos en la política contingente.
La derecha, por ejemplo, se encuentra en una situación expectante. En la última municipal –se retrasó por la pandemia y se celebró finalmente en mayo de 2021– los conservadores sufrieron una fuerte derrota: perdieron una cincuentena de las 345 alcaldías que estaban en su poder, bajaron en número de concejales y, como finalmente ocurrió en 2022, perdieron el Gobierno. Este sector venía golpeado por el estallido social de 2019, con un presidente Sebastián Piñera que llegó a marcar menos de dos dígitos de aprobación en sus peores momentos.
En esta ocasión, sin embargo, los vientos juegan a favor de la derecha (aunque no se trata ni muchos menos de una carrera corrida). Como la alternancia en el poder se ha hecho costumbre en Chile, al igual que en el resto de la región, la actual oposición al Gobierno de Gabriel Boric juega con ventaja. La muerte de Piñera, que gobernó dos veces Chile y líder de la derecha liberal, inyectó un nuevo ímpetu a la derecha histórica, mientras la extrema se encuentra en un período complejo luego de la derrota en diciembre del proceso constitucional que lideró en 2023. Existe un factor clave: Evelyn Matthei, militante UDI y actual alcaldesa de Providencia, una comuna histórica de la clase acomodada en Santiago de Chile, lidera la carrera presidencial.
Es uno de los municipios que generan mayor interés. Parece un hecho que Matthei no repostulará a la alcaldía para dedicarse a su camino presidencial –intentó en 2013 llegar a La Moneda, pero fracasó ante Michelle Bachelet–, por lo que apuesta a que su cargo quede en manos de su compañero de partido, Jaime Bellolio (que fue diputado, luego ministro de Piñera en su segundo Gobierno y muy cercano a él). En la derecha se juegan las cartas en otro municipio de la capital simbólico para este sector político, Las Condes, que históricamente ha estado en manos de los conservadores. Este jueves, la actual alcaldesa, Daniela Peñaloza, de la UDI como Matthei, se ha visto obligada a anunciar que no repostulará en octubre. Le pesan los escándalos financieros que ha debido enfrentar en su gestión y, sobre todo, la arremetida de una dura, que quiere quedarse con Las Condes: Marcela Cubillos, que fue ministra de Educación de Piñera, una figura de la derecha más doctrinaria apoyada por los republicanos.
“La derecha tiene que administrar el momento. Y tiene un primer hito que es octubre, en las elecciones municipales. Si las caras luego de la elección de octubre no son sonrientes en la derecha, se producirá un cambio de clima brutal, sabiendo que la izquierda tiene una candidata realmente competitiva para La Moneda, Michelle Bachelet”, aseguraba a EL PAÍS hace unas semanas el académico Daniel Mansuy, al que le preocupaba que la derecha no tuviera un candidato en la madre de todas las batallas, el municipio de Santiago, el centro de la ciudad, actualmente en manos de la comunista Irací Hassler. En estos últimos días, son embargo, la oposición parece haber llegado a un hombre de consenso para empujar por esta comuna: Sebastián Sichel, candidato a la presidencia en representación de la derecha tradicional en 2021.
En diferentes sectores existe la sensación de que la derecha está demasiado confiada. Algunos, como el histórico dirigente de la UDI, Pablo Longueira, ha asegurado que Maipú es el municipio más importante para la centroderecha hoy, una zona muy poblada y popular. Es la zona del poniente de la capital chilena que está gobernada por Tomás Vodanovic, del Frente Amplio de Boric, un alcalde popular que –de no tener competencia en octubre– podría quedar encumbrado como el gran ganador y, por lo tanto, en una carta para reemplazar a Boric en marzo de 2026.
En el oficialismo, en tanto, están embarcados en generar una gran alianza entre la centroizquierda y la izquierda, como explicó el presidente Boric en entrevista con EL PAÍS en marzo pasado. Dijo que en los dos años que le quedan de Gobierno quiere “demostrar que es posible un actuar conjunto de la izquierda y la centroizquierda”. “Demostrarle a la mayoría de la población que cuando gobierna el progresismo mejora su calidad de vida en torno a principios que son muy distintos a los que sostiene el presidente Milei en Argentina o Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos, Viktor Orban en Hungría o, acá en Chile, José Antonio Kast y los sectores de la derecha influenciados por ese tipo de liderazgo”. En definitiva, se refiere a una alianza que vaya desde la Democracia Cristiana al Partido Comunista, como en estos días lo ha expresado, a su vez, la propia Bachelet. “Es clave ir unidos”, aseguró este jueves la socialista que ha gobernado dos veces Chile, entre 2006-2010 y entre 2014-2018.
Fundamental para el oficialismo será retener la cantidad importante de municipios con los que se quedaron en 2021, superando holgadamente a la derecha.
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